La Luna, aunque parece vacía, está repleta de objetos abandonados en su superficie. Se calcula que el satélite de la Tierra conserva hasta 181.000 kilos (pesados en la Tierra) de 'basura' -–tesoros, para otros–. Se trata de restos de misiones espaciales (programas Apolo y Luna) y de sondas, satélites, cohetes... que se estrellaron deliberadamente, o no, al final de su misión o como resultado de un error de diseño.
De hecho, se estima que al menos hayan quedado para la posteridad en el astro 72 vehículos de estas características. Y aunque la mayoría de estos residuos corresponden a las misiones Apolo, también la URSS y, más recientemente, China, Japón, India y Europa han contribuido a este vertedero lunar.
Allí reposan, además, muchos artículos insólitos, de un tamaño bastante inferior. Es el caso de las herramientas utilizadas por los astronautas o piezas mecánicas perdidas por los rovers. La mayoría de estos artilugios no están incluidos en la lista más actualizada que ha hecho pública la NASA hasta el momento, que consta de 22 páginas y data del 7 de mayo de 2012.
Un ejemplo de estos materiales son las pelotas de golf dejadas por Alan Shepard durante la misión Apolo 14 o artículos conmemorativos (mensajes de buena voluntad dejados por Apolo 11, la estatuilla del astronauta caído en homenaje a las víctimas de la conquista del espacio depositada por David Scott durante la misión Apolo 15, etc).
© NASA |
La obra de arte de Scott se llama 'Fallen Astronaut' ('El Astronauta Caído'). Se trata de una pequeña escultura de aluminio de un cosmonauta con traje espacial. La realizó el belga Paul Van Hoeydonck, que se la entregó al protagonista durante una cena y en 1971 fue dejada en la Luna junto con una placa que muestra los nombres, ordenados alfabéticamente, de ocho astronautas y seis cosmonautas fallecidos en misiones espaciales o durante entrenamientos.
Sobre el regolito lunar también hay una pluma de halcón, bolsas con orina o para el mareo, una cámara de fotos, un martillo, toallas, auriculares, cepillos, botas, banderas, retratos familiares (algunos firmados)… La lista es larga. Algunos cuentan los restos hasta por miles. La primera cosa abandonada allí fue, sin embargo, una nave espacial lanzada por la Unión Soviética en 1959, la Luna 2.
Los objetos más pesados son varios cohetes Saturn V que se lanzaron intencionalmente hacia el suelo lunar. Y los únicos todavía en uso son los reflectores láser, gracias a los cuales los científicos miden periódicamente la distancia Tierra-Luna al centímetro más cercano (y así también miden la curvatura del espacio) a partir del tiempo que tarda uno de estos rayos en hacer el viaje de ida y regreso.
Los elementos cuya longitud excede los 90° E o 90° W se encuentran en el lado lejano de la Luna. Son las sondas Ranger 4, Lunar Orbiter 1, Lunar Orbiter 2 y Lunar Orbiter 3. Pero no todos los materiales abandonados en Selene son tan solemnes y épicos.
Lo primero que hicieron los astronautas de la misión Apolo 11 cuando llegaron a la Luna fue desprenderse de una bolsa llena de basura (incluyendo 30 kilos de excrementos). Ahora la NASA se plantea cómo recuperar esos restos biológicos.
Mientras que los humanos hemos dejado casi 180 toneladas de material de origen terrestre en el astro, solo 382 kilos de material lunar han sido traidos a la Tierra por las seis misiones tripuladas del programa Apolo y 326 gramos por las sondas rusas Luna 1, 20 y 24. China ha aportado 1,7 kilos gracias a Chang'e 5.
Mapa de la Luna con la ubicación de objetos artificiales. © Wikipedia |
¿Pero por qué dejaron todas estas cosas allí? ¿Qué sentido tiene 'olvidar' en la Luna una cámara fotográfica valiosa o herramientas de trabajo que no tienen uso alguno en un satélite deshabitado? La razón principal fue el peso.
Como ocurre a veces cuando vamos de viaje y acabamos comprando souvenirs, a la hora de armar la maleta, nos vemos obligados a deshacernos de algo. «La tripulación recolectó una gran cantidad de material: rocas, muestras… Para traerlas a la Tierra tuvieron que tirar otras cosas», explica Bill Barry, historiador de la NASA.
«Les dieron la orden de deshacerse de todo lo que no necesitaban traer». En cuanto a las fotos y recuerdos, eso tuvo más que ver con compartir un momento significativo con sus seres queridos, agrega. La presencia de la pluma de halcón y un martillo, en cambio, tiene otra explicación.
David Scott, comandante del Apolo 15, quiso demostrar con ellos la teoría de Galileo sobre la gravedad, mostrando que ante su falta, los dos objetos, independientemente de su masa, caerían a la misma velocidad. «Scott los dejó caer sobre la superficie de la Luna y ambos hicieron impacto al mismo tiempo», señala Barry.
¿Un futuro basural?
Si la cantidad de objetos abandonados parece excesiva, es ínfima en comparación con los que podría llegar a haber si se concreta el plan anunciado por un consorcio británico, que se propone llevar una sonda a este cuerpo celeste en diez años, con miles de artículos personales de quienes financien la misión, cuyos fondos serán recaudados a través de crowdfunding.
De acuerdo al monto de la contribución, los donantes podrán enviar desde un mechón de pelo hasta un mensaje, una foto o un vídeo que serán enterrados en una cápsula bajo la superficie lunar. ¿Pero no se corre el riesgo de convertir la Luna en un basural, de llenar de desperdicios humanos un lugar que ni siquiera está habitado por el hombre? ¿Es incluso legal?
Según explica Timothy Nelson, un abogado especializado en leyes internacionales, el acuerdo clave que gobierna la Luna no hace mención al tema. «(El tratado de 1967) alienta un uso pacífico del espacio. Más allá de eso, no aborda de forma específica asuntos ambientales, salvo que aclara que se debe evitar la contaminación dañina del satélite y el espacio. Lo único que sí está prohibido de forma terminante es dejar armas o hacer experimentos con ellas», añade.
Siendo un tratado que tiene casi 50 años, y que la exploración espacial ha avanzado considerablemente desde ese entonces, ¿habrá llegado la hora de reformular las reglas? Tras un intento fallido de producir otro tratado para la Luna en 1979, no ha habido un gran apetito por volver a desempolvar el asunto, se lamenta Nelson.
© NASA |
Aunque, en la actualidad, quizá la situación esté cambiando. «Ahora que hay tecnología como para llegar a un cometa», señala Nelson, refiriéndose a la misión de la Agencia Espacial Europea Rosetta, «puede que surja el deseo de revisitar las reglas, pero hasta ahora eso no ha ocurrido».
Margaret McLean, experta del Centro Markkula de ética aplicada de la Universidad de Santa Clara, en California, cree que una misión que se propone deliberadamente dejar objetos en la Luna no es algo que deba tomarse a la ligera.
«Tenemos que considerar cuidadosamente qué impacto ambiental puede tener nuestro regreso a la Luna, sobre todo si la intención es perforar su superficie y dejar en el fondo una cápsula. Tenemos que actuar con prudencia y considerar cuáles son los beneficios de estudiar las rocas lunares y sopesarlos con los riesgos de generar un daño ambiental».
En cuanto a las cosas que ya están abandonadas en nuestro satélite natural, McLean reconoce que hay mucho que aprender de ellas y así como se protege el patrimonio histórico en la Tierra, como las pirámides o la Acrópolis, tiene sentido preservar lo que ya forma parte del paisaje lunar.
No obstante, enfatiza que todo depende del valor que se le confiere a estos objetos. «A los módulos, las herramientas, las huellas, la NASA los considera bienes», explica, «pero para otros son basura. Lo que para alguien es basura, para otro puede ser un tesoro», sintetiza.
Un museo en la Luna
Aunque puede que en un futuro la NASA tenga una perspectiva diferente, el plan de la agencia espacial estadounidense es proteger lo que ya está allí. «Fundamentalmente por dos razones», explica Bill Barry.
«Por motivos históricos: en 300 o 400 años, la gente podrá tomarse unas vacaciones fuera de la Tierra y visitar los sitios donde aterrizaron las misiones Apolo o donde el hombre se posó por primera vez en la Luna. Seguramente, estos sitios se convertirán en un museo», dice.
Pero, además, «los científicos están interesados en regresar y ver qué ocurrió con lo que dejaron, qué pasó con los materiales, si se deterioraron con el tiempo o qué daño sufrieron por efecto del Sol o la radiación».
La superficie de la Luna es aproximadamente del tamaño de África y hay sólo seis lugares en los que hemos dejado cosas desparramadas
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