¿Por qué Alfonso X el Sabio tiene un cráter en la Luna?

Dicen que el rey Alfonso X el Sabio era un aficionado astrónomo. Por ello, uno de los agradecimientos que la comunidad científica le ha realizado fue dedicarle un cráter en la Luna. El accidente geográfico –de nombre Alphonsus Rex o Alphonsus– se encuentra situado en las coordenadas 13,4º S, 2,8º O, tiene un diámetro de 119 kilómetros y una profundidad de 2,7 kilómetros (medidas dignas de un monarca). Se formó en la época Nectariana, hace entre 1.850 y 3.920 millones de años: es más antiguo que el impacto que originó la cuenca Imbrium y dan fe de ello las cicatrices, a modo de zanjas, que los cascotes del choque produjeron en sus muros.

Este fue uno de los lugares elegidos para el alunizaje de una de las misiones Apolo que se anularon por falta de presupuesto. Su fondo, que es notablemente plano y está sembrado de cinco pequeños cráteres, tiene un pico central y una larga grieta que corre casi paralela a la pared oriental. Con todo, la característica más importante de Alphonsus, desde el punto de vista geológico, son cuatro manchas oscuras formadas por depósitos piroclásticos, gases y cenizas volcánicas, que surgieron mucho después de su formación, hace entre 200 y 400 millones de años. Puede ser uno de los últimos vestigios de actividad volcánica lunar. 

Al igual que muchos de los cráteres de la cara visible de la Luna, recibió su nombre por decisión de Giovanni Riccioli, cuyo sistema de nomenclatura de 1651 se ha estandarizado. Ahora, el académico de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo José García Cano recuerda este hecho en un artículo coincidiendo con el octavo centenario del nacimiento del rey sabio en Toledo un 23 de noviembre de 1221, y que por méritos propios se convertiría en uno de los mecenas y defensores más importantes de la cultura y la ciencia de aquellos siglos.

Y es que muchas de las aportaciones que Alfonso X y sus colaboradores realizaron hace ochocientos años en la ciudad del Tajo tuvieron una repercusión y trayectoria científica tan importante que varios siglos después aún se estudiaban. El monarca había heredado su inquietud por la ciencia de su madre, Beatriz de Suabia. Se le criticaba porque «mientras contemplaba las cosas celestiales perdió las terrenas», argumentando que estuvo más tiempo pendiente de los astros y estrellas que de las cuestiones políticas y gubernativas.



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Alfonso aprendió Ciencia con Aben Raghel y Alquibicio, sus expertos maestros, que le despertaron el interés y la pasión por la astronomía, posiblemente dentro del antiguo Palacio de Galiana, que ocupa el actual enclave del Museo de Santa Cruz, junto a la toledana plaza de Zocodover. Allí se confeccionaron las Tablas alfonsíes, libro redactado por Isaac ben Sid y Judah ben Moses entre 1263 y 1272 en el que se recogieron una serie de tablas astronómicas que mostraban las observaciones que se efectuaron tomando las coordenadas de la ciudad y señalando en ellas los movimientos de los cuerpos celestes y sus posiciones exactas con respecto a la Tierra.

El año en el que se tomaron las nuevas medidas que corregirían los datos de Azarquiel –el cual inventó el astrolabio universal o azafea– fue 1252, año de la coronación de Alfonso X. Uno de los objetivos de las Tablas era conocer la posición del Sol y de la Luna, así como de los planetas que ya había descrito Ptolomeo siglos atrás. Una de las novedades que introdujeron fue la unificación de los calendarios entonces existentes, tomándose la decisión de establecer el 1 de enero como inicio del año natural. De hecho, el mismo Copérnico, que establecería el sistema planetario heliocéntrico, estudió estas mismas Tablas.

Este documento fue la única obra astrológica del monarca. Llegó a la imprenta en el Renacimiento, y se editó por vez primera en Venecia en 1483: un ejemplar de las Tablas alfonsíes, que se conserva en la Biblioteca Nacional, llegó a Toledo desde Italia traído por el cardenal Lorenzana a finales del siglo XVIII. Entre los logros y aplicaciones que se consiguieron con sus avances y estudios destaca conocer en qué signo del zodíaco se encontraba el sol, la duración del día y de la noche, la altura del astro rey a mediodía o hallar la longitud de la sombra conociendo la altura del sol.

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