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¿Por qué la Luna nos 'roba' el sueño?

No nos referimos a los pensamientos oníricos sobre el satélite de la Tierra. Sino al sueño real. El que cada noche nos hace caer irremediablemente en brazos de Morfeo. ¿Qué tiene la Luna que, en su fase de plenilunio en especial, provoca un cambio evidente en una necesidad humana tan básica? Es un concepto que los científicos corroboran una y otra vez en sus estudios: los ciclos lunares y los biorritmos de las personas están conectados. Y, por tanto, la calidad de nuestro descanso varía según la posición del astro. Uno de los análisis más amplios jamás realizado monitorizó a 850 personas de entre 22 y 81 años en Uppsala (Suecia) empleando mediciones de polisomnografía para determinar el inicio, la duración y la calidad del sueño durante una noche. 

Los participantes fueron evaluados mientras dormían, ya fuese durante la fase creciente (cuando la iluminación lunar está aumentando) o durante su momento menguante (cuando su área de superficie visible es cada vez más pequeña). Los datos recogidos muestran que alrededor del plenilunio, la actividad cerebral en las áreas relacionadas con el sueño profundo desciende. Esto significa que las personas tardamos más en conciliar el sueño y, en general, dormimos menos en este momento del mes. El ritmo lunar puede modular, por tanto, la estructura del sueño en los seres humanos. Y en días de plenilunio, los niveles de melatonina –la hormona que regula los ciclos de sueño– se reducen. De ahí que Selene nos 'robe' el sueño. 



© Samsssssssssss


La actividad de la Luna sobre los humanos es pues visible y medible. En días próximos a la fase llena, la actividad encefalográfica de los participantes del estudio disminuyó un 30%, el tiempo que tardaron en caer dormidos se incrementó en cinco minutos y la duración de su descanso se redujo 20 minutos. Algunos autores culpan de esta influencia a la fuerza gravitacional de Selene, que quizá tenga cierto efecto en masas tan pequeñas como nuestro organismo. Igual que ocurre con el funcionamiento de las mareas, el crecimiento de las plantas, la alteración del estado de ánimo y su efecto en los partos o el sonambulismo. No obstante, los expertos no descartan que en siglos anteriores, sin luz eléctrica, la luz natural nocturna pudiera alterar el sueño de algún modo.

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